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dimecres, 6 de març del 2013

Mirando a la pelvis con amor --- articulo de Malen Cirerol (creadora de Diafreoterapia)



¿CÓMO PERCIBES TU CUERPO?

Hay una percepción de nuestro cuerpo  muy importante, que es la percepción interna. Muy pocas veces o ninguna, se nos propone ir a explorar las sensaciones del interior de nuestro cuerpo. Es probable que las personas que no tienen bloqueada esta vía lo hagan inconscientemente. Para muchas es conocida esta certeza que, a veces aparece de pronto, sobre algo que nos está pasando; esta certeza que  nos da información y que surge desde nuestro interior, pero que no sabríamos muy bien describir de donde viene. Viene de este lugar donde sabemos todo sobre nosotras. A veces la llave para llegar a él aparece espontáneamente. Otras es suficiente proponernos llevar nuestra atención a este plano para lograrlo. Sin embargo,  cuando la historia de nuestra vida nos ha cerrado ciertas puertas, es preciso ejercitar de nuevo esta capacidad para recuperar estos puntos de referencia perdidos.
Hay un elemento cultural, que hace que cada cultura  forme a sus individuos  desarrollando mayormente una parte de sus capacidades y olvidando otras, o ignorándolas. Todas nosotras sabemos la cantidad de horas que hemos pasado sentadas, sin movernos mientras los/las  maestros/as  alimentaban nuestro cerebro de muchos datos y pocas experiencias. La verdad venía siempre del exterior. Nadie nos enseñaba a ir a escuchar  respuestas en lo más profundo de nuestro ser. Más bien éramos enseñadas a ir siempre a buscarlas afuera. En el saber siempre superior del otro: padre, madre, maestro/a. Así aprendíamos a desconfiar, a ignorar toda respuesta que viniera de nuestro interior.
En la cultura oriental, a través de la meditación hay un mayor desarrollo de  estas percepciones internas. Si a la larga experiencia de estas culturas orientales, le añadimos el conocimiento desarrollado en occidente referente al funcionamiento del inconsciente humano, encontraremos una herramienta poderosa para ayudarnos a recuperar jirones de nuestra identidad perdidos a lo largo de nuestra historia que nos hacen sentir, en determinadas áreas de nuestro ser, frágiles y vulnerables. Pues, lo que perdemos como identidad propia, lo sustituimos con puntos de referencia externos que se convierten en juicio y exigencia.
      Estamos en la era de la imagen. En la sobre valoración de la imagen. Nos miramos en el espejo y nos juzgamos a través del sentido de la vista. La obligación de acercarnos a una imagen determinada, a enjuiciarnos según este modelo, nos ha alejado en gran parte de nosotras. El cómo nos sentimos por dentro, ocupa cada vez menos lugar. Hemos aprendido a mirarnos desde la mirada que el otro/a va a posar sobre nosotras. Esto equivale al juicio. Y el juicio es enemigo del amor. ¿Cómo podemos amarnos entonces?

UTILIZAMOS LOS MÚSCULOS PARA OLVIDAR.
En la historia de nuestra vida posiblemente encontremos otras razones por las que nos hemos alejado de esta capacidad. Si siendo bebés fuimos tocadas con amor; si, al madurar nuestro sistema nervioso no tuvimos que utilizar muchos de nuestros músculos para bloquear sensaciones, informaciones o respuestas, que nos habrían producido miedo o sufrimiento; si fuimos aceptadas tal como éramos y no tuvimos que cerrar los impulsos y emociones que venían de dentro para ser aceptadas, probablemente tengamos una buena conciencia corporal y podamos fácilmente ser conscientes de estas percepciones internas.
Sin embargo para muchas no ha sido así. Y, para retener los impulsos o impedir la llegada de las informaciones a la conciencia, utilizamos la musculatura. Observa como se tensa tu brazo cuando retienes las  ganas de dar un puñetazo a alguien, o como tensas todos los músculos de la parte anterior del cuello cuando quieres detener el llanto. Este mecanismo, en este ejemplo, es más o menos consciente. Pero la orden en nuestro cerebro queda y el mecanismo se vuelve crónico e inconsciente cuando las situaciones han sido repetidas o, si en algún momento de nuestra vida hemos tenido la necesidad de aislar energéticamente, sensitivamente, una zona de nuestro cuerpo, porque sentirla era, entonces, fuente de conflicto. Estas tensiones musculares profundas y crónicas bloquean las terminaciones nerviosas disminuyendo así las sensaciones y la intensidad de las informaciones que nos mandan nuestros sentidos. Debido a la presión de estas tensiones sobre los sistemas circulatorio y linfático, la irrigación sanguínea con su aporte de oxígeno disminuye. Para mantenerla en sordina, queda así aislada la zona, disminuyendo en ella la sensación de vida y nuestra percepción consciente de ella.   
Es además, en estas zonas ya contraídas crónicamente donde, al vivir situaciones de estrés físico o emocional, se acumulará un poco más de tensión. Hasta llegar a un cierto umbral, pasado el cual se manifestará a través de problemas funcionales, de sensación de malestar o tensión y diversas patologías.

Para muchas mujeres, la pelvis ha sido una zona conflictiva.
Conflicto cuando los padres exigían no hacerse pis antes de que los esfínteres estuvieran maduros. ¿Cómo lograrlo entonces? Si de ello dependían el amor o el castigo, la niña aprendía a contraer los músculos de la pelvis para así sustituir lo que aún no podían hacer sus esfínteres. Y la orden quedaba, con el tiempo automatizada: no soltar. Me he encontrado con muchos adultos que, al lograr relajar la musculatura profunda pélvica, se levantaban corriendo con la sensación de haberse orinado.
Conflicto con el entorno, cuando, alrededor de los tres años, al llegar la maduración muscular y nerviosa a la zona genital, la niña se interesaba, por estas cuestiones e intentaba explorar sus sensaciones.
Conflicto, si era mal mirada, mal tocada u objeto de observaciones o insinuaciones sexuales de parte de algún adulto malsano.
Conflicto si la llegada de la menstruación era vivida entre el rechazo y la ignorancia.
Conflicto por la estimulación y la prohibición social simultáneas de la sexualidad.
Conflictos afectivos  reavivados en la adolescencia, fuentes de confusión entre afecto y sexualidad.
Y un largo etc…de modelos, silencios, miedos, represiones transmitidas a través del inconsciente colectivo femenino, que no nos prepararon precisamente para tener una relación amorosa con esta parte de nuestro cuerpo, que debería ser una maravillosa fuente de vida y de placer.
Por ello tantas y tantas mujeres tienen problemas de ovarios, de reglas, de disfunciones hormonales y sexuales, de infecciones repetidas. Una pelvis contraída, tensa, bloqueada tiene menos defensas. Está en perpetuo estado de alerta, predominando en ella la acción del sistema simpático que es la parte del sistema neurovegetativo que prepara el cuerpo para la defensa. Este sistema actúa como si  dijera a nuestro cuerpo: “ahora no es el momento de asimilar, segregar hormonas, reciclarse, disfrutar etc…Todo esto puede esperar. Es el momento de prepararse para defendernos, huir o pelear; hay que tensar los músculos, hacer funcionar la mente y acelerar el corazón”. Este mensaje es un mensaje hormonal. 
Pero muchas veces la respuesta adecuada para la que ha sido preparado el cuerpo no llega. Nuestra educación y el miedo nos enseñan  más bien la inhibición de acción. Y la orden de defensa permanece, retroalimentada por todo un encadenamiento hormonal que cierra un círculo vicioso.  

LAS TENSIONES MUSCULARES ESTRUCTURAN LA FORMA DEL CUERPO.
¿Cómo se manifiestan en el cuerpo estas tensiones?
Cuando son antiguas, crónicas, han estructurado la forma de nuestro cuerpo y con ello condicionado desde la niñez nuestra manera de estar en el mundo, puesto que nuestra estructura corporal siempre corresponde a una estructura psicológica y condiciona la circulación  energética. La forma siempre condiciona la función.

Estas tensiones quedan escritas en la curva demasiado acentuada de  la zona lumbar, en la rotación de las rodillas hacia dentro que cierran los muslos y los genitales, en el desequilibrio entre la extrema tensión de los músculos  de la espalda y la flacidez del vientre.
O, de otra forma en las pelvis  donde casi ha desaparecido la curva lumbar arrastrada por la extrema tensión de las nalgas,  y los muslos. En los huecos profundos que se marcan en las caderas y en la gran tensión del vientre.
Según se hayan estructurado estas tensiones, condicionarán de una manera u otra nuestra salud y nuestra sexualidad.

Muscularmente no se puede aislar a la pelvis de la espalda -los músculos largos de la espalda tienen todos su inserción en ella-  ni de las piernas -los músculos largos del muslo tienen también todos ellos una inserción en la pelvis- . Por lo tanto para liberar las tensiones de la pelvis habrá que estirar y relajar todo el cuerpo con especial atención en la espalda y las piernas.
Por ello, para mejorar la circulación energética y ayudar a abrir bloqueos, serán siempre más aconsejados los ejercicios que flexibilizan la musculatura que los que pretenden muscular. Un músculo contraído siempre está acortado. Hipertrofiar un músculo ya contraído aumentará el bloqueo.
Relajar, flexibilizar la musculatura, liberar la respiración, soltará la presión de las terminaciones nerviosas, ayudando  a despertar de nuevo las sensaciones corporales y a canalizar mejor nuestra energía. Armonizando nuestro cuerpo nos damos nuevas posibilidades para sentir.
Sin embargo después de un trabajo corporal o de un buen masaje, si nuestra finalidad es recuperar, habitar de nuevo todas estas zonas de nuestro cuerpo dormidas y bloqueadas recuperando sus significados, podemos aprender a utilizar las vías, que  han relajado y abierto estas técnicas, para  encontrar o recuperar nuestro sexto sentido: la percepción  interior.
Si no tienes  ocasión de participar de un trabajo corporal o un buen masaje,  puedes también utilizar las visualizaciones que voy a proponer. Quizás te ayude si haces algún ejercicio previo de relajación.

COMO VIAJAR AL INTERIOR DE TU CUERPO.
Para ello, te propongo buscar un espacio de paz y tranquilidad para tumbarte cómodamente. Un volumen (por ejem. una manta enrollada) debajo de tus rodillas te ayudará a encontrar un buen apoyo de la zona lumbar permitiendo así una mejor conexión energética.( Puedes sentarte si lo prefieres) Y te invito a hacer un viaje - espero que muchos viajes- , hacia tu pelvis, hacia tu útero.
Imagina, al expulsar suavemente el aire, que buscas un camino con tu conciencia, tu energía, o tu atención (como quieras llamar a este sexto sentido) hacia la pelvis como si fueras a explorar una habitación o una cueva; otra posibilidad: imagina tu pelvis como si fuera un globo con esta forma y quisieras hincharlo. En cada espiración imaginas  como este espacio se va llenando con tu energía cálida hasta ocuparlo todo...Tanto si eliges una manera u otra, intenta dejar la mente en blanco y estar solamente allí, en tu pelvis, con la respiración, permitiendo que aparezca cualquier información.
¿Qué ves allí? o
¿qué sientes cuando vas a llevar la respiración a esta parte de tu cuerpo?
¿te resulta fácil llenar este espacio?
Si solamente lo consigues por zonas ¿en cuales si y en cuales no?
¿qué sientes cuando intentas ir a llenar las zonas oscuras?
Si te pones nerviosa o tensa, chilla o patalea, o mueve de alguna manera tu cuerpo para descargar esta tensión que ha aparecido. Si le das expresión hacia fuera no quedará guardada al interior de tu cuerpo.
    Y pruébalo de nuevo. Date tiempo. No tires la toalla a la primera dificultad. Para algunas es más fácil ver imágenes, para otras percibir sensaciones sutiles. Para otras se trata simplemente de ir creando poco a poco este espacio energético, habitando  la pelvis. No hay bien ni mal. Lo que aparece está bien. Confía en lo que te dice tu cuerpo.
    Pudiera ser que encontraras dificultades, alguna barrera, al intentar abrirte camino con la espiración hacia tu pelvis. Intenta saber donde la situarías. ¿En la cintura? ¿más abajo?
Utiliza la visualización. Si, por ejemplo, cada vez que lo intentas no encuentras más que oscuridad, quizás te sirva imaginar que tienes una linterna o un haz de luz y que la luz penetra cada vez, con cada espiración, un poco más esta oscuridad. O, pudiera ser que encontraras algo parecido a una pared que no deja pasar tu energía; podrías tal vez imaginar que esta pared es de arena y que en cada espiración haces un agujero más grande en ella. Quizás no puedas pasar totalmente  el primer día. Pero si eres constante, verás que cada día podrás pasar un poco más. Estos ejemplos son sugerencias; mejor aún sería utilizar tus propias imágenes, las que aparezcan sin razonar. Estas son las que tienes archivadas en tu inconsciente y las que mayormente te hablarán.

HÁBLALE A TU CUERPO CON IMÁGENES.
Las imágenes son el lenguaje del neurovegetativo, esta parte del sistema nervioso que está muy relacionado con nuestro inconsciente. Si, por ejemplo, damos la orden a nuestro sistema digestivo de segregar sus jugos digestivos, difícilmente lo vamos a lograr. Sin embargo si le mandamos una imagen lo más vivida posible  de un limón que se parte y del que dejamos caer una gota de zumo en nuestra boca, inmediatamente nuestro aparato digestivo segregará sus jugos. Hay una parte de nuestro cerebro, que recibe las imágenes tanto si estas son  reales o imaginadas y el sistema neurovegetativo actúa en consecuencia. De allí la gran importancia de las imágenes y pensamientos que mandamos continuamente a nuestro cuerpo.
Muchas mujeres tienen una relación hostil, de rechazo, de negación con sus genitales y su ciclo. Puede ser fruto de experiencias traumáticas, de menstruaciones o tensiones premenstruales dolorosas o de múltiples conflictos.
Muchas veces, esta relación negativa es la que toma el relevo y perpetúa una primera relación traumática que vino del exterior. Inconscientemente, con este rechazo no hacemos más que perpetuar, asumiéndola nosotras mismas, la actitud que nos dañó. Mientras una mujer tenga una relación negativa con su ciclo, sus genitales, estos continuarán en situación de defensa, en simpaticotonía, manteniendo el problema.
Aunque no es fácil romper esta relación negativa cuando hay traumas, dolor o problemas, es esta relación misma, con las imágenes negativas que comporta, la que mantiene el círculo vicioso.
Para ayudarnos a cambiar estas imágenes, a cambiar nuestra relación con nuestra pelvis, es de gran ayuda la visualización. Poder transformar esta relación negativa en una relación  amorosa es lo que va a posibilitar el cambio profundo. Cambio que irá mucho más allá de una simple imagen.

Si tienes problemas funcionales o alguna patología, mira  bien la reproducción de los genitales tanto internos como externos en  un libro de anatomía. ¿Te has fijado alguna vez en lo hermosos que son las trompas y los ovarios, envueltos en una tela nacarada como las alas de una mariposa?; ¿y en el cuello del útero rosado y brillante? Cuando, relajada, te concentres en tu respiración, manda en cada espiración, buscando este camino por el interior de tu cuerpo, la imagen de la salud a tus ovarios y útero.

TRANSFORMA LA RELACIÓN CON TU CUERPO Y TE TRANSFORMARÁS.
Si logramos paulatinamente ir transformando nuestra relación con nuestra pelvis, nuestros genitales, en una relación de amor, los cambios harán poco a poco su aparición tanto en el terreno psíquico como en el físico.
En el plano físico veremos que, como consecuencia de este proceso, lograremos relajar poco a poco las tensiones profundas del vientre, mejorando el funcionamiento de las vísceras que estarán menos presionadas, con mejor circulación sanguínea, linfática y energética. Si la musculatura lumbar (y, en consecuencia toda la cadena muscular de la espalda) está más flexible y relajada, los nervios que inervan la pelvis, aprisionados entre las vértebras y los músculos agarrotados se liberarán, con la consiguiente mejora funcional.
Al nivel energético, en el centro de la pelvis, dos traveses de dedo debajo del ombligo, está situado el chakra Hara. Coincide con nuestro centro de gravedad y con el útero (centro de la vida). En muchas técnicas de meditación orientales se aprende a centrar la respiración y la atención en este chakra como puerta de entrada a la parte más profunda de nosotras mismas. Desde otro punto de vista más occidental, pero en absoluto en contradicción, canalizar la energía a la pelvis, ayudará a bajar el exceso de tensión en las partes altas del cuerpo. Tranquilizará la mente y mejorará las funciones de los órganos de la pelvis incluida la sexualidad.
Me resulta difícil describir lo que puede significar psíquicamente recuperar una buena relación con esta parte de nuestro cuerpo. ¡Puede significar tantas cosas!  Puede significar la aparición de sentimientos olvidados, el cierre de viejas historias. Recuperar la percepción perdida de zonas de nuestro cuerpo, tiene que ver con la conciencia corporal, con recuperar un pedazo de nuestra identidad, con nuestro “Yo” corporal. Transformar nuestra relación con nuestra pelvis, nuestros genitales, es también transformar nuestra relación con nuestra femineidad. Por lo tanto nuestra relación con nosotras y, en consecuencia con los/las demás. Conocernos será amarnos y amarnos será respetarnos.

Así pues...¡¡ buen viaje!!

Malén Cirerol.

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