Le entusiamaba cada desayuno, con su mermelada favorita, de fresa, esas frutas pequeñitas rojas que no sabía su nombre, pero que el frutero de la esquina conseguía tener de vez en cuando, la crema de sésamo sobre el pan tostado y el olor del café. Le encantaba ver de nuevo a sus vecinos, a sus colegas, a su jefe Piero, el grandullón.
Los fines de semana eran su mayor deleite pues le gustaba probar nuevas cosas, ir a nuevos sitios y verlo todo!, mirarlo todo. Él, lo veía todo, no se le escapaban detalles que pudieran permitirle sorprenderse un poco más. Y siempre con esa sonrisa de apasionado entusiasmado hombre, ya bien entrado en los 40.
- ¿Es que núnca lloras?, siempre veo tu cara resplandeciente de pasión por la vida.
- Si, lloré unas cuantas veces, siempre por la misma persona, siempre por el mismo motivo y también lloré alguna tarde de lluvia o si alguien sufría. Núnca lloré porque se rieran de mi, eso no quería que me hiciera llorar, sabía que no valía la pena.... pero sí que me ponía triste.
Él era una persona que para un "hombre correcto", podía parecer pueril, muy pueril, y para un "hombre tímido" podía parecer un extrovertido avergonzante. Y es que la pasión por vivir tiene eso, una cierta mirada de niño y una entrega.
Y así como vivió en la Tierra, así sigue experimentando en otras dimensiones, con su imaginación al galope!, imparable! en su mundo azul.
PD: En memoria a ti, mi segundo visitante. Gracias por enseñarme lo que es vivir de verdad.
Montserrat Reverté
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