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dijous, 15 d’agost del 2013

La vuelta a casa EL REGRESO A UNA MISMA


RESUMEN COMENTADO DEL CAPÍTULO 9 DEL LIBRO
MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS” DE CLARISA PINKOLA ESTÉS
GACETA GRATUITA DE ASOCIACIÓN ARBOLEDA DE GAIA - www.arboledadegaia.es NOV 2008

Al igual que sucede a los hombres, el alma de las mujeres tiene sus ciclos de actividad y soledad, de participación y exclusión, de creación e incubación, de participación en el mundo y de regreso a una misma. Sin embargo las mujeres muchas veces olvidamos o aplazamos esa fase de retiro a nuestro interior que puede permitirnos vivir el proceso de individuación que nos convierte en seres completos.
Este cultivo es lo que Clarisa Pinkola Estés considera el ciclo más importante de la vida femenina, y lo llama el ciclo de regreso al hogar, a la casa salvaje, a la casa del alma.

¿Que es el hogar? Es un lugar interno al que el instinto nos lleva cuando nos permitimos escucharlo. 


¿Donde está el hogar? 

Se halla en un lugar interior, un lugar que pertenece más al tiempo más que al espacio, un momento en que nos sentimos enteras y presentes desde nuestra integridad, un estado que podemos conservar sin que se interrumpa porque otra persona o cosa exige nuestro tiempo y nuestra atención. 
Es el lugar de nuestro centro, es nuestro verdadero hogar.

Casi todas las depresiones, los tedios y las erráticas confusiones que tenemos las mujeres se deben a este alejamiento del centro interno que es nuestro verdadero hogar. A buscar afuera lo que sólo podemos encontrar adentro. Es en ese “buscar afuera” donde nos dejamos el pellejo. Y es entonces cuando no hacemos lo que sinceramente deseamos hacer, sino lo que creemos que debemos hacer. Y seguimos a otro, y entregamos nuestro poder, y nos abstenernos de dar el paso que nos permitiría hacer el necesario
descenso y permanecer allí abajo el tiempo suficiente como para que ocurra algo.

Cuando llevamos demasiado tiempo lejos de nuestro centro nuestra capacidad de percibir lo que realmente sentimos y pensamos acerca de nosotras mismas y de los demás, se esfuma. No vemos lo que es demasiado y lo que no es suficiente y rebasamos nuestros propios limites.

Cuando las mujeres nos encontramos lejos de nuestro centro entregamos todo nuestro poder y nos convertimos en una simple brizna de nuestro verdadero ser femenino salvaje y sa
bio.

Podemos perder el centro por culpa de un amor devastador y equivocado, pero también la podemos perder con un amor profundo y acertado. Dejarnos el pellejo no se debe a lo adecuado o inadecuado de alguien o de algo, sino al coste energético que estas cosas tienen para nosotras. Es lo que nos cuesta en tiempo, energía, observación, atención, vigilancia, estímulo, instrucción, enseñanza o adiestramiento lo que indica si estamos perdiendo o no la piel.

El impulso que experimentamos las mujeres de curarlo todo y arreglarlo todo, es una peligrosa trampa. Pero, a no ser que se trate de una cuestión de vida o muerte, tomémoslo con calma, busquemos tiempo, y aprendamos que no somos
imprescindibles para dejar de detenernos a cada a paso para ayudar a los demás. Entendamos que nuestra tarea fundamental es la de regresar a nuestra fuente, a nuestro Yin interior, a nuestro verdadero hogar.

Podemos saber que ha llegado el momento de retirarnos, cuando existe tanto demasiado estímulo positivo como una incesante disonancia. 

Es posible que estemos demasiado inmersas en algo, que algo nos esté agotando demasiado, que nos amen demasiado o demasiado poco, que trabajemos demasiado o demasiado poco. Todas estas cosas tienen un precio muy alto.

Puede tardar más o menos tiempo, pero presencia de un “demasiado” nos vamos secando poco a poco, se nos cansa el corazón, empieza a faltarnos la energía y surge en nosotras la misteriosa llamada de retirarnos a nuestro hogar. Sólo efectuando ese retiro sabremos qué es lo que está bien para nosotras, qué necesitamos y qué queremos.

Y sin embargo, muchas veces, en vez de retirarnos seguimos con nuestras rutinas, creemos que creceremos más espiritualmente si nos quedamos, miramos con expresión sumisa, sonreímos con afectación y nos comportamos como si nos sintiéramos culpables. Sabemos que tendríamos que retirarnos, pero... Todos nuestros “peros” son la señal de que hemos permanecido demasiado tiempo en el mundo exterior. Sea como sea el hecho de regresar a casa exige vencer una considerable resistencia, tanto si es fácil como si es difícil.

Algunas mujeres temen que los que las rodean no comprendan su necesidad de regresar a casa. Y puede que no todo el mundo la comprenda. Sólo es necesario que la reconozcamos y la comprendamos nosotras mismas.
Cuando una mujer decide regresar a casa, los que la rodean tienen que entregarse a la tarea de su propia individuación y a la resolución de sus propias cuestiones vitales. El regreso a casa de la mujer propicia el crecimiento y el desarrollo de los demás.

Volver a casa es alejarse, es estar con una misma, es darnos el tiempo necesario para sentir-nos desde nuestra integridad; y por ello el regreso al hogar requiere tiempo y dedicación. También requiere entender la diferencia entre soledad y abandono. Además hay que tener mucha fuerza de voluntad ya que regresar a una misma es muy duro; es muy duro ceder y entregar aquello en lo que habíamos estado ocupadas hasta aquél momento e irnos sin más para estar con nosotras mismas.


Sin embargo “Cuando es la hora, es la hora”. Aunque la mujer no esté preparada, aunque las cosas no estén hechas, aunque hoy tengas un compromiso ineludible. Cuando es la hora, es la hora. Y no es porque te apetezca, ni porque estés preparada, ni porque tu vida esté limpia y ordenada, ya que no existe ningún momento limpio y ordenado para nadie; te vas porque es la hora y, por consiguiente, te tienes que ir, no tienes alternativa si quieres sobrevivir, tienes que regresar a tu hogar, a tu centro.

Porque para recuperar nuestra verdadera naturaleza las mujeres tenemos que abandonar transitoriamente el mundo y sumirnos en un estado de soledad en el sentido más antiguo de la palabra inglesa “alone”, “all one”, es decir: “todo uno”. Realizar esa soledad que nos unifica con nosotras mismas es el objetivo del retorno de una mujer a su hogar interior. El objetivo de nuestra soledad es poder ser totalmente nosotras mismas.

Es la mejor cura para el estado de extremo cansancio tan habitual en las mujeres de hoy. La soledad no es ausencia de energía o acción, sino abundancia de provisiones salvajes que el alma nos trasmite. 

Tradicionalmente se recetaba para curar la fatiga y prevenir el cansancio. 
También se la usaba como oráculo, como medio para escuchar el yo interior y pedirle unos consejos y una guía imposibles de recibir en medio del estruendo de la vida cotidiana.

A las mujeres la práctica de la soledad deliberada nos favorece la conversación con el alma salvaje que sólo en soledad se atreve a acercarse a nuestra orilla. A veces tenemos preguntas para hacerle al alma, otras sólo queremos descansar cerca del alma y respirar con ella.

Desde este estado nos sentimos enteramente nosotras mismas, ya no nos preguntamos si estamos obrando bien, si nos comportamos bien, si pensamos bien y el tiempo que pasamos allí nos sostiene durante nuestra actuación en el mundo. 

El periódico regreso a nuestro centro, a nuestro hogar interno, repone las reservas psíquicas que necesitamos para nuestras relaciones, nuestros proyectos y nuestra vida en el mundo de arriba y evita que nuestra vida se deje arrastrar por el ritmo, la danza o el hambre de otras personas.

Sabemos que no podemos vivir una vida confiscada. Sabemos que hay un momento en que las cosas de los hombres y de la gente y del mundo se tienen que abandonar durante algún tiempo. Pero debemos aprender que somos anfibias; podemos vivir en la tierra, pero no sin efectuar frecuentes y prolongados viajes al agua del Yin interior que es nuestro hogar.


Las culturas excesivamente civilizadas y excesivamente opresivas tratan de impedir que la mujer regrese a casa. 

Todas estamos atadas a los compromisos de la tierra, pero nuestro hogar interior nos llama a todas incesantemente. 

Y es imprescindible que todas oigamos esa llamada y aprendamos a regresar si queremos ser mujeres sabias y completas.


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